20.11.07

La Iglesia pide perdón por la guerra civil



Andrés Nin, jefe del Partido Obrero de Unificación Marxista, dijo el 8 de agosto de 1936: “Había muchos problemas en España. El problema de la Iglesia. Nosotros lo hemos resuelto totalmente, yendo a la raíz: hemos suprimido los sacerdotes, las iglesias, los cultos”.

La solución del problema a la que se refería el dirigente político, fue una persecución religiosa
en la que perecieron torturadas y asesinadas 6.832 personas, de las cuales 4.184 eran sacerdotes, de ellos 12 Obispos y un administrador apostólico, 2.365 religiosos y 283 religiosas.

Este fue el papel que tuvo que sufrir y desempeñar la Iglesia Católica en España en medio de dicha trágica etapa para nuestro país, la que todos deseamos fervientemente que no se repita.

Ahora, y a pesar de esta penosa “aportación”, presionados por grupos pseudo progresistas y anticlericales, los Obispos españoles, reunidos en la 90 Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal, a través de su presidente, Ricardo Blázquez, Obispo de Bilbao,
han pedido perdón por el papel de la Iglesia durante la pasada Guerra Civil.

La declaración solicitando el perdón por el “comportamiento” de la Iglesia en ambos bandos ha venido forzada también por la aprobación en el Congreso de los Diputados de la
Ley de la Memoria Histórica.

La declaración de Blázquez, en la línea habitual del lenguaje eclesiástico, indefinido y ambiguo, obvia en su exposición y desarrollo la “contribución” de la Iglesia al conflicto, salvo la leve alusión que hace sobre los mártires, al decir que en la Iglesia
“no denuncian, ni señalan a nadie, ni guardan rencor en su corazón”.

Está por ver aún que se produzca, en el fragor de la elaboración y aprobación de la Ley que quiere recuperar la Memoria Histórica, la misma, idéntica o similar petición de perdón, reconocimiento de culpa, por parte de quienes han abocado a la Iglesia a solicitarlo o de aquellos sucesores en la ideología u opción política que protagonizaron aquellos hechos.

De lo contrario, se corre el peligro que la historia sea reescrita y reinterpretada al margen de los criterios de la más pura objetividad.
Pedir perdón sí, otorgarlo también, pero todos.

Fuente: Valencia Hoy

PD: La fotografía de la izquierda corresponde al Obispo de Segorbe, Don Miguel Serra Sucurrats asesinado por milicias de izquierda, en la madrugada del 8 al 9 de agosto de 1936. Nacido en Olot (Gerona) el 11 de enero de 1868. Estudió en el Seminario de Gerona. Doctor en Sagrada Teología y licenciado en Derecho Civil. Fue canónigo de Tarragona, profesor de Derecho Romano y Civil y vicario general. Preconizado obispo de Canarias el 14 de diciembre de 1922, fue consagrado en Olot el 7 de octubre de 1923. Llegó de Canarias para posesionarse de la diócesis de Segorbe el 25 de junio de 1936. Hizo su entrada en la diócesis el 28 de junio de 1936 en forma privada y sin solemnidad, ya que las autoridades, lejos de asociarse al acto, no hicieron sino crear impedimentos y provocar conflictos.

El Alzamiento no fue apreciable en Segorbe hasta el día 21, en que la izquierda se lanzó a la vía pública procediendo a incendiar los conventos e iglesias de franciscanos y carmelitas, dirigiéndose luego, con las mismas intenciones, a la residencia episcopal. Se dieron órdenes de evitar daños al inmueble bajo la condición de que el obispo lo desalojara. Monseñor Serra abandonó su casa en traje talar y sin ocultar ninguna de sus insignias episcopales. Fue a parar al domicilio de los canónigos Luis y Pedro Morro Fosas. Allí estuvo hasta el 27 de julio en que fue llevado a la cárcel donde también habían entrado el vicario general Blasco Palomar; su hermano el canónigo Carlos Serra; los padres franciscanos José Sancho Sanchís y Camilo Tomás Domínguez; los legos Ferrando Savall, Balaguer Juan y Sauch Brusca.

fueron conducidos a Vall de Uxó y en la carretera de Algar a unos cuatro kilómetros del cementerio y seis del pueblo, fueron fusilados los arriba mencionados, a excepción de los padres Camilo Tomás Domínguez y José Sancho Sanchís, que fueron asesinados en fecha y sitio distintos que sus compañeros; el día 11 y en la carretera que conduce de Sagunto a Canet de Berenguer, en el cauce del río Palancia, muy próximo al mar.

Las últimas palabras del obispo, dirigidas a los que le estaban apuntando, fueron estas:
“Vosotros podréis matarme; pero no podréis impedir que yo os bendiga”.

Redacción/El Informal Segorbino

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