Entre los años cincuenta y setenta, más de tres millones de españoles se vieron obligados a emigrar. Sin embargo, ese exilio ha sido borrado y silenciado. ¿Cómo hemos podido olvidar que también nosotros -como los ecuatorianos, los rumanos o los marroquíes que hoy llegan a nuestro país- nos vimos forzados a buscar un futuro más allá de nuestras fronteras?
Rafael Torres, a través de veinte testimonios únicos, de veinte historias anónimas, nos da una visión emocionante, a veces feliz y otras trágica, de una realidad desconocida. En estas páginas encontraremos los motivos que empujaron a aquellos hombres y mujeres a buscarse la vida fuera de un país empobrecido por la guerra, rompiendo con el tópico cinematográfico del palurdo desharrapado que sólo pensaba en hacer dinero. Descubriremos que más de la mitad de la emigración española a Europa fue ilegal, clandestina, sin papeles.
Hubo emigrantes accidentales, emigrantes fugaces y emigrantes a perpetuidad; unos regresaron, otros no, muchos se arrepintieron de volver y algunos de no regresar, pero ninguno de ellos fue sólo unos brazos ni, desde luego, un número para el cómputo de una historia menor que merezca ser olvidada.
Rafael Torres, a través de veinte testimonios únicos, de veinte historias anónimas, nos da una visión emocionante, a veces feliz y otras trágica, de una realidad desconocida. En estas páginas encontraremos los motivos que empujaron a aquellos hombres y mujeres a buscarse la vida fuera de un país empobrecido por la guerra, rompiendo con el tópico cinematográfico del palurdo desharrapado que sólo pensaba en hacer dinero. Descubriremos que más de la mitad de la emigración española a Europa fue ilegal, clandestina, sin papeles.
Hubo emigrantes accidentales, emigrantes fugaces y emigrantes a perpetuidad; unos regresaron, otros no, muchos se arrepintieron de volver y algunos de no regresar, pero ninguno de ellos fue sólo unos brazos ni, desde luego, un número para el cómputo de una historia menor que merezca ser olvidada.
4 comentarios :
a diferencia de ellos nosotros fuimos a trabajar con nuestros papelas no fuimos de ilegales y encima con la intencion de robar, traficar con drogas, violar y vivir del cuento.
Ni Alemania ni Francia ni otros paises nos regalaron nada. Costó mucho hacernos un hueco y que se reconocieran algunos derechos básicos. No como ahora que se tiene derecho a todo pero ninguna obligación. Todos ibamos con contrato previo de trabajo y alojamiento pactado, de lo contrario no podías ir.
Pues serías tú, porque se de mucha gente que se fue a la aventura. Y no por ello dejaron de conseguir un trabajo y ahora están cobrando por el tiempo cotizado en estos países.
Para el primero, perdona pero fuimos de ilegales, y si podíamos robar lo hacíamos. me han contado muchas historias de objetos encontrados y colocados para que su dueño lo encontrase, todo dependía de si pasaba primero el españolito de turno. En aquella época no se traficaba con drogas.
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