Un comentarista político que incluso fue ministro, Ricardo de la Cierva, llegó a escribir el famoso "Que error, que inmeso error" el día que el Rey confió a Suárez formar gobierno.No fue el único que dudó: aunque había estado en la Dirección General de Televisión, Adolfo Suárez procedía de la Secretaría de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, el Movimiento, tras haber sido promocionado a la política por el fallecido Fernado Herrero Tejedor.
Era natural, pues, que se recelara, desde la derecha y desde la izquierda, sobre las posibiliades que pudiera tener un hombre de la Falange a la hora de hacer lo que era preciso que se hiciera para democratizar España: desmontar desde dentro, el complejo omnímodo aparato del Movimiento Nacional.
Pero contra todo pronóstico, Adolfo Suárez lo hizo a pesar de todas las reticencias y resistencias. Con su impulso y dedicación, con la ayuda de algunos fieles como Torcuato Fernández de Miranda, antigua tutor del Rey elevado a la presidencia de las Cortes y perfecto conocedor de los resortes legislativos y de sus más sutiles atajos, se desmontó el aparato del Movimiento.
Además, aunque fue muy comlicado, se hizo de la mejor forma posible: las Cortes del franquismo, en la sesión del 18 de noviembre de 1976, votaron una ley de transformación y reforma política de España antes de su propia disolución. Un mes después, el 15 de diciembre, en referéndum, el pueblo español subrayaba de forma contundente la reforma, lo que equivalía a descalificar a los partidos políticos que habían pugnado por la ruptura en vez de la reforma y habían pedido la abstención o el no en el referéndum.
Desde ese momento, logrado el apoyo masivo de una transición por vía de reforma, la ruptura quedó arrumabada y la oposición de izquierdas llamada a seguir en la práctica el plan gradual que Adolfo Suárez fuera estableciendo.
Aunque tardó años en evidenciarse, el cambio de Arias por Suárez fue el milagro que esperaba. El Rey se ganó, en ese instante, el sobrenombre que en los foros diplomáticos y en las publicaciones españolas y extranjeras comenzó a dársele: "El motor del cambio". Suárez, entre en julio y diciembre de 1976, hizo lo que había que hacer. Después vendrian, paso por paso, las elecciones constituyentes y la elaboración de la nueva Constitución, aprobada en otro referéndum, en diciembre de 1978.
Suárez poseía una voz algo ronca de fumador empedernido; pero era la suya, también, una voz persuasiva, envolvente, melodiosa e inspiradora de confianza. Con ella pudo hacer el cambio que España necesitaba. Fue, en efecto, el milagro de una voz.
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