Carta del obispo de Segorbe-Castellón, Casimiro López Llorente, para el Corpus Christi 2013: la fe en la presencia real y permanente de Cristo en la Eucaristía.
En la solemnidad del Corpus Christi celebramos y mostramos públicamente en la procesión nuestra fe en la presencia real, verdadera y permanente de Jesucristo en la Eucaristía. El presente Año de la Fe es por ello también “una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía” (Benedicto XVI, Porta fidei, 9), una ocasión para avivar y fortalecer nuestra fe en la presencia de Jesucristo en la Eucaristía.
En la Eucaristía tenemos, pues, el signo visible y real de la entrega de Jesús hasta la muerte en la cruz por nosotros; una entrega que se hace siempre actual, cada vez que celebramos la Misa. La Eucaristía es un don y misterio de amor, en el que Cristo se nos da además como alimento y prenda de la futura gloria. En la Eucaristía, Cristo Jesús se queda permanentemente entre nosotros.
La Fiesta del Corpus nos invita a entrar en el corazón del misterio de la Eucaristía, para acogerlo con fe. En la Eucaristía está Jesucristo, Dios y hombre verdadero; más aún: la Eucaristía es Jesucristo mismo, real y substancialmente presente bajo la apariencia del pan y del vino. En la Eucaristía, Dios mismo sale a nuestro encuentro y nos espera, se nos ofrece en comida para unirse con nosotros, pide y merece nuestra adoración, se queda con y entre nosotros y nos espera en el Sagrario. Por ello la adoración eucarística no es puro sentimiento vacío ni intimismo espiritual, sino expresión viva y vivida de la fe en el ‘misterio de la fe’, en la presencia real y permanente del Señor en la Eucaristía. Jesús se queda en la Eucaristía no sólo para ser llevado a los enfermos, sino para estar y hablar con nosotros, para seguir derramando su amor y su vida. La Eucaristía contiene de un modo estable y admirable al mismo Dios, al Autor de la gracia, de la vida y de la salvación. El Costado abierto de Jesús es un manantial inagotable de amor, del amor de Dios.
Avivemos y mostremos nuestra fe en la presencia real y permanente del Señor en la Eucaristía. ¿Cómo? Por ejemplo: Saludando al Señor al entrar en la iglesia mediante una genuflexión ante el Sagrario, poniéndose de rodillas y orar ante Cristo-Eucaristía, participando con fe y devoción en la santa Misa, con visitas y momentos frecuentes de oración y adoración al Santísimo Sacramento para lo que es preciso tener las iglesias abiertas más tiempo. Valoremos el gran tesoro de la Eucaristía, manantial permanente del Amor.
Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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