
Celebro las actuaciones judiciales que tienen lugar contra la corrupción en los ayuntamientos ya sea Marbella, Ciempozuelos o Andraxt, creo que es un alivio para todos los que nos dedicamos a la noble tarea de la política ver a algunos sujetos en la cárcel.
Sin embargo una sentencia del Tribunal Supremo por la que se condena al alcalde de Villareal, Manuel Vilanova, a dieciocho meses de prisión y ocho de inhabilitación, por los ruidos de una industria en su municipio me ha llenado de estupor y vale la pena recordar que los excesos son tan perjudiciales, o más, que los defectos a la hora de enjuiciar a responsables políticos.
Los ruidos comenzaron seis años antes de llegar Vilanova a la alcaldía y fue él quién ordenó cerrar la industria pero los tribunales decidieron dejar abierta tras estimar el recurso de la empresa.
Lo ha dicho, con inusual claridad, el magistrado ponente de la sentencia a la que me refiero, Martín Pallín en una conferencia en la Universidad de Valencia, el mismo día en que el alcalde de Villareal se enteraba por la prensa de su inquietante condena, al afirmar que “ha llegado el momento de que un alcalde vaya a la cárcel por abusos urbanísticos o medioambientales”… y el bueno de Manolo pasaba por allí.
Martín Pallín, a quién respeto y reconozco el mismo derecho a equivocarse que a cualquier humano, no tiene la suerte de conocer a Manolo Vilanova, que es cualquier cosa menos un abusón urbanístico o medioambiental de esos que él quiere meter en prisión. Si otros han colmado el vaso de la paciencia judicial, o se ha creado el ambiente favorable a sentencias de este estilo, con el alcalde de Villareal han condenado a un hombre honesto.
Las posibles molestias sonoras de un aerogenerador instalado seis años antes de que Manolo ganara las elecciones, repito ¡seis años antes! no es equiparable a los choriceos donde malhechores profesionales metidos a alcaldes, se llevaban el dinero a espuertas.
Que por el ruido creado por una empresa se condene a un buen alcalde es desconcertante, especialmente cuando fue absuelto en la Audiencia Provincial de Castellón y la fiscalía, tan exigente siempre con el PP, ni siquiera recurrió LA absolución.
Afortunadamente todavía hay lugar para el sentido común y celebro que la sociedad civil de Villareal, que le vio, primero, ganar las elecciones en un bastión socialista, y después darle la vuelta a una ciudad que ya es de primera, se haya volcado en el reconocimiento a un alcalde sacrificado y ejemplar.
Como también me parece lúcido que el alcalde socialista de Onda lamentara la condena y el de Moncófar, también del PSOE, dijera que “la sentencia es excesiva y fuera de lo normal”.
En fin, lo dicho, a la hora de enjuiciar a alcaldes o concejales, tan malo es no llegar como pasarse que humildemente creo es lo que ha ocurrido en este caso.
No hay comentarios :
Publicar un comentario