Resulta todo muy curioso, a veces, mágico; a veces, trágico. No es éste último caso el que aquí se dilucida, no; antes bien es un reencuentro feliz con el pasado… El gran poeta italiano Cesare Pavese, el que escribió al final de su diario, antes de suicidarse, que las cosas más íntimamente pensadas, suceden siempre, es el que me impulsa, me alienta, y me anima a escribir este artículo, esencial en mi biografía.
Lo digo porque yo, cuando callejeaba Segorbe en tiempos de novio bisoño y cabo del Ejército del Aire (mil años ha de esto) entraba en el bar Lara y me quedaba absorto, mirando el mosaico de fotos, representativas de la vida social del pueblo vivo, palpitante, coral, por amplio espectro, y encastizado. Cientos de imágenes de encierros, de toros de fuego, de guardias forestales, de reclutas con el fusil terciado, para que, como hacía yo, les viera la novia bien armados.
Siempre que he pretendido encontrarme con el más puro aire segorbino me he refugiado en el bar Lara. Siempre que he atravesado momentos de angustia, meditación, necesidad de una estrategia, por lo que fuere, he entrado a tomar café, ensimismado, en lo más recóndito de sus penumbras.
Podría haber escrito este artículo (no es pedantería) sin más dilación que una media hora de pluma y papel, pero como todo está interrelacionado en esta vida, cuando surgió en la dinámica de mi prosa la palabra “casticismo” , me vino a la memoria la obra de don Miguel de Unamuno y Yugo “En torno al casticismo”, publicada en 1895. Una obra, compuesta por cinco ensayos, fundamentales para la comprensión de España.
Yo, intelectualmente hablando, no soy nadie, apenas nada, aunque bastante más que lo que piensan los que quieren que sea nada… Tal vez por esto, antes que nada, preferiría ser un poeta en sentido estricto que un “intelectual”. Yo, créanme ustedes, no pretendo escribir cosas complejas derivadas entidades sencillas, no. Pero el deber de quien se siente escritor es dignificar al pueblo que le sostiene, aunque para ello, en ocasiones, complique un poco la lectura para hacerle comprender a ese mismo pueblo que es tan digno como el que más dentro de la constelación de pueblos que es el mundo mundial.
Castizo es lo que perdura a pesar del tiempo… El bar Lara (ya su propio nombre es fundamental de lo español, recuérdese la leyenda “Los siete infantes de Lara”, y recuérdese que sus tumbas siempre nos esperan en el monasterio de San Miguel de la Cogolla, donde nació el idioma castellano) es el típico rincón, sin estridencias, donde podemos pensar en “lo nuestro” y cada cual en lo suyo: una cosa complicada pero sencilla. Ya ven: es así.
…. Juan, el dueño, (Juan Santamaría Lara) nos dice (a mi amigo Simón y a mí)
“Esto lleva abierto como treinta y nueve años, lo fundaron mis padres, Manuel Santamaría y Dolores Lara”.
“¿Y has visto cambiar, evolucionar, crecer, vivir a Segorbe?” “He visto a todos, he conocido a todos: al padre de Simón, Avelino, y a todos los empleados de La Segorbina, a todos los que venían aquí a tomarse unos chatitos de vino, a todos los permenetes y a los que iban de paso; incluso a los de tu pueblo” “¿Sí?, ¿a quiénes?” >“Pues a Valentín de la Harina, a Sebastián, el pobre, el que se cayó del andamio”… “Bueño, falleció después por otra causa, fuimos muchas veces a cazar, era un gran perdicero”… (Simón toma fotos como quien dispara a mil conejos que salen de los majanos, tal es la cantidad de motivos para ser imágenes). “Ha cambiado todo, ¿verdad?” “Como del cielo a a la tierra”, responde Juan, mientras la bellísima Elizabeth, chica colombiana, del Imperio, me trae el segundo vino tinto, el que ya me confirma como vinatero pertinaz. Y tomo notas…
Simón se interesa por la gente famosa que ha estado en el bar. “Mucha”, responde Santamaría Lara, mucha: Silvia Tortosa, Arévalo, Pepín Liria, El Dúp Dinámico, Claramunt, Fernando Esteso, qué sé yo, mucha, de verdad”.
Desde mi rincón, bajo el surtido muestrario de bastones, medio símbolo de defensa individualista, medio símbolo de apoyo en la vejez en las últimas andaduras, pienso si el bar Lara no será como una especie de “Chicote” segorbino, tal vez ignorado, por la crema de la intelectualidad local, que debiera fijarse más en su callado agasajo, sordamente postinero, en su melancolía de la quietud, en su serena historia y menos en las cachupinadas de los amanerados y manuelinos de la progresía.
Distinguía Unamuno entre “pueblo” y “público”. Un escritor se debe al pueblo, pero jamás al público. Un escritor se debe sus raíces, pero no a la cantidad de libros vendidos o a la fama conseguida:
“La tradición eterna es lo que deben pensar los videntes de todo pueblo, para elevarse a la luz, haciendo consciente en ellos lo que en el pueblo es inconsciente… Porque lo original no es la mueca, ni el gesto, ni la distinción, ni lo original, lo verdaderamente original es lo originario”.
Unamuno fue un hombre singular, complejo y contradictorio, quizá irrepetible, que tras meditar su época marxista la adaptó a mejor razonamiento: “Sueño con que el socialismo sea una verdadera reforma religiosa cuando se marchite del dogmatismo marxiano”.
Yo sé, me consta, afirmo, enfatizo y juro que si don Miguel viviera en Segorbe no saldría del bar Lara… Mientras criaba pajaritas de papel, soñaría lo mas bizkaitarra de sus orígenes originarios, que nacieron, a la par que el castellano, junto a las tumbas de Los Siete Infantes de Lara, allá en el monasterio citado de San Millán. Desde el bar Lara soñaría con la espina dorsal del Guadarrama y recordaría sus disputas con don Vicente Blasco Ibáñez en los cafés de París… Seguro. Lo que yo les diga.
Allá, pues, cada cuál con su conciencia, pero en esas horas lentas del vivir cotidiano de Segorbe, sumergirse en la quietud del bar, en la intrahistoria colgante de sus paredes, es una de las cosas más cultas que puede hacer cualquier lugareño y cualquier español que de esto tenga noticia. Simón y yo, y Juan, y todos los de El Informal Segorbino hemos cumplido, hemos dicho lo que debíamos decir. Piénsenlo: ¿algo mejor que tomarse unos chatitos de tinto en el bar Lara?
EL PRESENTE ARTICULO ESTA ESCRITO POR JUAN E. SANCHIS GIRBES, DENTRO DE LA SECCION "YO TE DIRE" DE "EL INFORMAL SEGORBINO"
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