Hubo un tiempo en que los españoles andábamos despreocupados de la economía, hay un gobierno nacional, con competencias exclusivas, supuestamente dedicado a ello.
Aquel desinterés, justificado por los cinco millones de nuevos empleos y el aumento de la riqueza, se ha tornado ahora en intensa preocupación. Los españoles ahora se familiarizan con la deuda soberana o la prima de riesgo, y pronto también con la estanflación, que es lugar en el que ahora se halla nuestra dolida nación; estancada y con inflación.
Mientras el Producto Interior Bruto de Alemania creció el pasado año un 3,6% y el francés un 1,5%, el español retrocedió un 0,1%, esto quiere decir que nos encontramos con la previsible salida en “L” de la crisis, o sea, que tras caer, nos arrastramos por el fondo.
A esta situación, de por sí muy negativa, se adiciona ahora otra; la inflación, que esta semana ha crecido hasta el 3,3%, más de un punto por encima de nuestros vecinos, y que tiene dos efectos inmediatos.
El primero, volvemos a ser menos competitivos, ya que nuestros productos, la cesta de bienes y servicios representativa del consumo nacional, es más cara, por lo que exportaremos menos, e importaremos más, ya que los productos europeos se abaratan en relación con los nuestros.
El segundo efecto del aumento de precios es el empobrecimiento general, y más específicamente de asalariados y pensionistas, ya que tienen fija su retribución nominal y, por tanto, al subir los precios de su consumo, su renta real disminuye en la misma medida que el aumento del IPC.
Este alza de los precios españoles se produce por tres motivos, uno exterior y común a todos, como es el de las materias primas y la energía importada, y los otros dos responsabilidad gubernamental; el aumento en los impuestos y en la electricidad.
Con el ejecutivo socialista todos es posible, ayudar a la energía solar y luego abandonarla; anunciar el cierre de la nuclear de Garoña, para ayer decidir la ampliación de la vida útil; decirle a Angela Merkel que se acabó el déficit y después permitir a las autonomías que superen los límites de endeudamiento. Es incluso posible que pueda haber un escenario peor que el actual de estanflación, pero, francamente, a mí no se me ocurre cual.
Aquel desinterés, justificado por los cinco millones de nuevos empleos y el aumento de la riqueza, se ha tornado ahora en intensa preocupación. Los españoles ahora se familiarizan con la deuda soberana o la prima de riesgo, y pronto también con la estanflación, que es lugar en el que ahora se halla nuestra dolida nación; estancada y con inflación.
Mientras el Producto Interior Bruto de Alemania creció el pasado año un 3,6% y el francés un 1,5%, el español retrocedió un 0,1%, esto quiere decir que nos encontramos con la previsible salida en “L” de la crisis, o sea, que tras caer, nos arrastramos por el fondo.
A esta situación, de por sí muy negativa, se adiciona ahora otra; la inflación, que esta semana ha crecido hasta el 3,3%, más de un punto por encima de nuestros vecinos, y que tiene dos efectos inmediatos.
El primero, volvemos a ser menos competitivos, ya que nuestros productos, la cesta de bienes y servicios representativa del consumo nacional, es más cara, por lo que exportaremos menos, e importaremos más, ya que los productos europeos se abaratan en relación con los nuestros.
El segundo efecto del aumento de precios es el empobrecimiento general, y más específicamente de asalariados y pensionistas, ya que tienen fija su retribución nominal y, por tanto, al subir los precios de su consumo, su renta real disminuye en la misma medida que el aumento del IPC.
Este alza de los precios españoles se produce por tres motivos, uno exterior y común a todos, como es el de las materias primas y la energía importada, y los otros dos responsabilidad gubernamental; el aumento en los impuestos y en la electricidad.
Con el ejecutivo socialista todos es posible, ayudar a la energía solar y luego abandonarla; anunciar el cierre de la nuclear de Garoña, para ayer decidir la ampliación de la vida útil; decirle a Angela Merkel que se acabó el déficit y después permitir a las autonomías que superen los límites de endeudamiento. Es incluso posible que pueda haber un escenario peor que el actual de estanflación, pero, francamente, a mí no se me ocurre cual.
Miguel Barrachina Ros
Economista y Diputado Nacional por Castellón.
1 comentario :
Con Zapatero "Estanflación" y con Camps "Gurtel", apañaos estamos los ciudadanos.
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