28.5.16

Opinión //// Cuestión de banderas y nacionalismos

Luis Andrés Cisneros
Nadie podrá poner en tela de juicio la calidad, tanto literaria como filosófica, de Miguel de Unamuno. Pasó por distintas vicisitudes políticas a lo largo de su vida, desde ser nombrado Ciudadano de Honor de la II República, hasta apoyar el golpe de Estado posterior de Franco, y acabar siendo destituido de su cargo de Rector Vitalicio de la Universidad de Salamanca. Pero nunca renunció a algo tan elemental como el amor a su ‘Patria’, España.


 Falleció el 31 de diciembre de 1936 en su domicilio de Salamanca. Hay quién dice que murió ‘de pena’, al ver a su propia Patria asolada por la guerra o, más bien por la barbarie de ambos bandos. Un mes antes de su muerte, escribió a su amigo, el filósofo italiano Lorenzo Giuso lo siguiente: “La barbarie es unánime. Es el régimen de terror por las dos partes. España está asustada de sí misma, horrorizada. Ha brotado la lepra católica y anticatólica. Aúllan y piden sangre los hunos y los hotros. Y aquí está mi pobre España, se está desangrando, arruinando, envenenando y entonteciendo…”.

 Si viviera en nuestro tiempo, en pleno Siglo XXI, volvería a vislumbrar la inmensa estupidez de una gran parte de la Sociedad que nos está tocando vivir. Tenemos el reciente ejemplo de la estulticia que ha surgido a raíz de la final de la Copa del Rey.

 Un grupo muy numeroso de, no me atrevo a llamarlos aficionados, seguidores del FC Barcelona, aprovechan dicha, en teoría, fiesta del fútbol para perpretar una ilegalidad, con el visto bueno de autoridades, judicatura y público en general.

 Es más, tanto el Presidente de la Generalidad de Cataluña, como la alcaldesa de la ciudad condal, se permitieron amenazar (debieron de asustar, y mucho, al resto de los asistentes al palco, por cierto, de gratis total), cuando un juez, atendiendo a no se sabe bien qué, autorizó la presencia en el campo de banderas secesionistas que, no tenían nada que ver con el deporte.

 Uno se cansa de escuchar a ‘sesudos y buenísimos’ personajes alegrarse por que se ha preservado la libertad de expresión. Pero no dicen nada sobre el desprecio más absoluto que los portadores de banderas “estrelladas” hicieron a su propia bandera, la de Cataluña, así como a la de España, empezando por sus egregios representantes ‘palquistas’.

 Tampoco parece preocupar a nadie que un grupo bien numeroso de cafres pitara al himno de España sin que nadie, desde el Rey hasta el último ‘palquista’, hiciera el más mínimo amago de abandonar el mismo o suspender el partido. No quiero ni imaginar lo que pasaría si este hecho se produce en cualquier otro país. Pero aquí, no pasa nada, todo sea por la libertad de expresión, aunque sea insultando o amenazando.

 Y, seguirá pasando. Nadie se atreve a ‘coger el toro por los cuernos’ y menos si estamos a las puertas de una cita electoral. Los 82 céntimos de Euro por voto, valen su peso en oro. ¡Faltaría más!

Pero esto arranca de hace mucho tiempo atrás. Ha habido infinidad de desplantes, agravios, insultos y no pasa nada, salvo que eso mismo venga de alguien que defiende el concepto de España. Entonces sí, eso es atacable y punible de hecho.

En cualquier retransmisión televisiva de partidos de fútbol en Europa o América, cuando la gente acude a un estadio, sólo se ven banderas y enseñas de los clubes que están compitiendo. Por ejemplo, no se ve en el Parque de los Príncipes de París, ninguna enseña de la región Île de France, ni en el Allianz Arena de Munich, ningún símbolo de Baviera, ni en Anfield, ninguna bandera de la ciudad de Liverpool. Sólo se ven los símbolos del Paris Saint Germain, Bayern de Munich y Liverpool Football Club.

 Aquí, en España, en determinadas regiones, estos eventos se utilizan para hacer política y no para apoyar el fútbol o el deporte. Empezando por los propios clubes, como por ejemplo el FC Barcelona, que hace de la secesión su razón de ser.

Curiosamente, luchan por grabar su nombre en la historia de las instituciones que odian. No deja de ser un sinsentido tolerado y, casi, hasta aplaudido por algunos españoles. Incluso, hasta se ha oído, por varios sitios, la alegría de muchos, porque el número de decibelios de la pitada al himno ha bajado un poco con respecto a la anterior edición.

Sólo he oído a Santiago Abascal, líder de Vox, pronunciarse con claridad meridiana respecto a este tema. Esta misma semana en el programa ‘El gato al agua’, de Intereconomía, manifestaba: “Si alguien a mi lado pita al himno o pisa la bandera, la defiendo”.

 Ya lo decía Unamuno, el nacionalismo periférico viene dado por una indigestión de historia, sobre todo, si dicha historia está en mal estado y es falsa y contraria a la verdad. En fin, una consecuencia del virus de las autonomías, que nos irá consumiendo, poco a poco, si no somos capaces de luchar contra la infección.

Fdo: Luis Andrés Cisneros

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